martes, 2 de enero de 2018

Energía y desarrollo sostenible.
Eduardo Molina

El concepto de desarrollo sostenible fue elaborado en 1987 por la Comisión Mundial sobre el Medio Ambiente y Desarrollo. Entre sus antecedentes podemos nombrar:
   Conferencia Intergubernamental de Expertos de 1968
   la Conferencia sobre el Medio Humano celebrada en Estocolmo en 1972,
   la publicación en 1972 del informe titulado Los límites del crecimiento, por parte del Club de Roma.

A partir de entonces, se celebran diferentes conferencias y asambleas, a destacar la conferencia en Rio Janeiro 1992 y Johannesburgo en 2002, originando así la llamada Agenda 21, asentando una serie de normas para establecer un desarrollo sostenible social, económica y medioambiental.
Por tanto, Naciones Unidas define desarrollo sostenible como “aquel que satisface las necesidades de las generaciones presentes sin poner en peligro el que las futuras generaciones puedan hacerlo”.
Como conclusión de esta definición podemos destacar que hasta entonces, en el desarrollo, se incluían exclusivamente factores económicos y social y es a partir de este momento cuando intervino consideraciones relacionadas con medio ambiente intentando alcanzar un equilibrio entre necesidades socioeconómicas y la protección del medioambiente.
Centrándonos en la realidad, en nuestro panorama actual, podemos observar que el camino que lleva el desarrollo de nuevas tecnologías y el sector energético se encuentra en un sentido opuesto a esta idea, perjudicando incluso a la protección del medio ambiente.
Por tanto, energía y desarrollo sostenible deberían ir de forma paralela para hacer de nuestras necesidades más eficientes y respetuosos con el entorno en que vivimos.

Analizando estos dos conceptos, tenemos por un lado que la energía cumple un papel fundamental para el progreso de nuestra sociedad.  Esto se ve reflejado a lo largo de la historia de la humanidad. El hombre siempre ha necesitado consumir energía para cubrir sus necesidades y la producción de la misma ha ido evolucionando con el tiempo. (esfuerzos físicos de animales, invención de la máquina de vapor, creación de electricidad, aprovechamiento de combustibles fósiles como petróleo, etc.)

Nosotros, el ser humano, a la hora de obtener la energía no hacemos un uso responsable de los recursos naturales y descuidamos el compromiso y conciencia social hablada anteriormente. Globalmente, la distribución del consumo de energía se revela como profundamente desigual: una pequeña parte del planeta lo tiene todo mientras que una gran parte no tiene casi nada.

De aquí sale el otro concepto, desarrollo sostenible explicado anteriormente.

La producción de combustibles y de electricidad genera emisiones de gases de efecto invernadero muy importantes y es necesario un compromiso de todos los estamentos de la sociedad para que el problema del cambio climático sea resuelto con éxito.

Por otro lado, existe una clara diferencia en la proporción de responsabilidad medio ambiental.

Ilustración 1: Emisiones medias de CO2 por persona y año 2002


Esta gran diferencia de desigualdad hace que esta situación sea cada vez más insostenible con el tiempo. Por tanto, se pide una colaboración entre países ricos y pobres para fijar unos objetivos que hoy están al alcance de la Humanidad, tal como recoge el programa de Naciones Unidas, conocido como los Objetivos del Milenio para el desarrollo:

1. Erradicar la pobreza extrema y el hambre.

2. Garantizar el acceso universal a la educación primaria.

3. Promover la igualdad de géneros y la autonomía de la mujer.

4. Reducir la mortalidad infantil.

5. Mejorar la salud materna.

6. Combatir el VIH, el sida, el paludismo y otras enfermedades.

7. Garantizar la sostenibilidad del medio ambiente.

8. Fomentar una asociación mundial para el desarrollo.

La solución a este problema sería un replanteamiento de las bases del sistema energético mundial, ya que se basan en su gran mayoría de los combustibles fósiles. Para ello habría que concienciar a la población de la importancia de energías renovables y hacerlos solidarios y racionales con la situación, así como avanzar en desarrollo tecnológico que haga posible el cambio.

Este cambio correspondería principalmente a las grandes industrias que son las grandes causantes del problema climático, así como los medios de transporte que deberían desarrollar tecnologías y mecanismos para reducir las emisiones contaminantes. Es en esta línea donde se sitúan los esfuerzos realizados a través de iniciativas como el Protocolo de Kioto.

El Protocolo Kioto se adoptó en 1997, promoviendo una serie de políticas y medidas para reforzar el uso de energías renovables y Régimen de Comercio de Emisiones. Entre los objetivos de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero se marcó para cada país unos objetivos.

Está claro que realizar un cambio en el sistema energético no es nada fácil ya que como hemos visto, la dependencia del uso de combustibles fósiles es bastante alta y estamos muy asentados y acostumbrados a su uso.

Por otro lado, la responsabilidad de este cambio no sólo tiene que caer en el sistema energético, es más, sería un error. La responsabilidad tendría que caer en la sociedad en general ya que todos somos consumidores de energía y tendríamos que ser responsables de su uso y estar comprometidos con el medio ambiente para que se resuelva con éxito.

Del mismo modo sería interesante que se implicara todos y cada uno de los sectores en función de sus posibilidades reales, en esta búsqueda de soluciones contra el cambio climático.

Por último, es necesario que haya coordinación y acuerdos entre países para buscar, con un esfuerzo común que traiga beneficios a largo plazo, un marco legal apropiado a este cambio.

Las energías renovables han de jugar un papel cada vez más importante.



Bibliografía:

- David Corregidor Sanz; Pablo Fernández Guillén: Energías y Desarrollo Sostenible. Revista del Colegio Oficial de Físicos.



Eduardo Molina

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