Energía y desarrollo sostenible.
Eduardo Molina
El concepto de desarrollo sostenible fue elaborado en
1987 por la Comisión Mundial sobre el Medio Ambiente y Desarrollo. Entre sus
antecedentes podemos nombrar:
−
Conferencia Intergubernamental de Expertos de
1968
−
la Conferencia sobre el Medio Humano
celebrada en Estocolmo en 1972,
−
la publicación en 1972 del informe titulado
Los límites del crecimiento, por parte del Club de Roma.
A partir de entonces, se celebran diferentes
conferencias y asambleas, a destacar la conferencia en Rio Janeiro 1992 y Johannesburgo
en 2002, originando así la llamada Agenda
21, asentando una serie de normas para establecer un
desarrollo sostenible social, económica y medioambiental.
Por tanto, Naciones Unidas define desarrollo sostenible como “aquel que satisface las necesidades de las
generaciones presentes sin poner en peligro el que las futuras generaciones
puedan hacerlo”.
Como conclusión de esta definición podemos destacar que
hasta entonces, en el desarrollo, se incluían exclusivamente factores
económicos y social y es a partir de este momento cuando intervino
consideraciones relacionadas con medio ambiente intentando alcanzar un
equilibrio entre necesidades socioeconómicas y la protección del medioambiente.
Centrándonos en la realidad, en
nuestro panorama actual, podemos observar que el camino que lleva el desarrollo
de nuevas tecnologías y el sector energético se encuentra en un sentido opuesto
a esta idea, perjudicando incluso a la protección del medio ambiente.
Por tanto, energía y desarrollo
sostenible deberían ir de forma paralela para hacer de nuestras necesidades más
eficientes y respetuosos con el entorno en que vivimos.
Analizando
estos dos conceptos, tenemos por un lado que la energía cumple un papel fundamental para el progreso de nuestra
sociedad. Esto se ve reflejado a lo largo
de la historia de la humanidad. El hombre siempre ha necesitado consumir
energía para cubrir sus necesidades y la producción de la misma ha ido
evolucionando con el tiempo. (esfuerzos físicos de animales, invención de la
máquina de vapor, creación de electricidad, aprovechamiento de combustibles
fósiles como petróleo, etc.)
Nosotros,
el ser humano, a la hora de obtener la energía no hacemos un uso responsable de
los recursos naturales y descuidamos el compromiso y conciencia social hablada
anteriormente. Globalmente, la distribución del consumo de energía se revela como
profundamente desigual: una pequeña parte del planeta lo tiene todo mientras
que una gran parte no tiene casi nada.
De aquí sale el otro concepto, desarrollo sostenible explicado anteriormente.
La producción de combustibles y de electricidad genera
emisiones de gases de efecto invernadero muy importantes y es necesario un
compromiso de todos los estamentos de la sociedad para que el problema del
cambio climático sea resuelto con éxito.
Por otro lado, existe
una clara diferencia en la proporción de responsabilidad medio ambiental.
Ilustración 1: Emisiones medias de
CO2 por persona y año 2002
Esta
gran diferencia de desigualdad hace que esta situación sea cada vez más
insostenible con el tiempo. Por tanto, se pide una colaboración entre países
ricos y pobres para fijar unos objetivos que hoy están al alcance de la
Humanidad, tal como recoge el programa de Naciones Unidas, conocido como
los Objetivos del
Milenio para el desarrollo:
1. Erradicar la pobreza extrema y el
hambre.
2. Garantizar el acceso universal a la
educación primaria.
3. Promover la igualdad de géneros y
la autonomía de la mujer.
4. Reducir la mortalidad infantil.
5. Mejorar la salud materna.
6. Combatir el VIH, el sida, el
paludismo y otras enfermedades.
7. Garantizar la sostenibilidad del
medio ambiente.
8. Fomentar una asociación mundial
para el desarrollo.
La
solución a este problema sería un replanteamiento de las bases del sistema
energético mundial, ya que se basan en su gran mayoría de los combustibles
fósiles. Para ello habría que concienciar a la población de la importancia de
energías renovables y hacerlos solidarios y racionales con la situación, así
como avanzar en desarrollo tecnológico que haga posible el cambio.
Este
cambio correspondería principalmente a las grandes industrias que son las
grandes causantes del problema climático, así como los medios de transporte que
deberían desarrollar tecnologías y mecanismos para reducir las emisiones
contaminantes. Es en esta línea donde se sitúan los esfuerzos realizados a través
de iniciativas como el Protocolo de Kioto.
El
Protocolo Kioto se adoptó en 1997, promoviendo una serie de políticas y medidas
para reforzar el uso de energías renovables y Régimen de Comercio de Emisiones.
Entre los objetivos de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero se
marcó para cada país unos objetivos.
Está
claro que realizar un cambio en el sistema energético no es nada fácil ya que
como hemos visto, la dependencia del uso de combustibles fósiles es bastante
alta y estamos muy asentados y acostumbrados a su uso.
Por
otro lado, la responsabilidad de este cambio no sólo tiene que caer en el
sistema energético, es más, sería un error. La responsabilidad tendría que caer
en la sociedad en general ya que todos somos consumidores de energía y
tendríamos que ser responsables de su uso y estar comprometidos con el medio
ambiente para que se resuelva con éxito.
Del mismo modo sería interesante que se
implicara todos y cada uno de los sectores en función de sus posibilidades
reales, en esta búsqueda de soluciones contra el cambio climático.
Por
último, es necesario que haya coordinación y acuerdos entre países para buscar,
con un esfuerzo común que traiga beneficios a largo plazo, un marco legal
apropiado a este cambio.
Las
energías renovables han de jugar un papel cada vez más importante.
Bibliografía:
- David
Corregidor Sanz; Pablo Fernández Guillén: Energías y Desarrollo Sostenible.
Revista del Colegio Oficial de Físicos.
Eduardo Molina
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